Introducción de Antoni Ripoll.
Texto de Luca Dobry.
Fotografías cedidas por la organización del festival.
Más de un cuarto de siglo viviendo en el futuro. Podría ser el eslogan de un instituto de prospectiva pero en realidad es la primera expresión que nos viene a la cabeza cuando pensamos en Sónar, un evento sui generis que celebró su veinticinco cumpleaños en 2018. TIUmag te lo contó en esta crónica.
A mediados de julio de este año el festival celebró una nueva edición marcada por algunos infortunios (el cambio de fecha, la huelga de montadores, un par de sonoras cancelaciones) pero que debe ser y será recordada por el especial protagonismo que el festival le ha concedido a la música urbana (y la correspondiente respuesta del público).

Pero esto siempre ha sido así, ¿no? Es decir, Sónar siempre ha apostado por la música urbana, incluso antes de que los periodistas necesitaran inventarse esta etiqueta, ¿correcto? La respuesta corta sería sí. Si hay una marca española que ha incorporado esta visión casi-profética entre sus atributos desde el principio, yendo siempre un paso por delante en el negocio de los festivales y acercando géneros tradicionalmente ignorados en occidente, esa marca es Sónar.
Para una respuesta más completa debemos tener en cuenta el contexto. En términos globales, el negocio de la música ha pasado por una década de transformaciones profundas. La progresiva sustitución de bienes por servicios (streaming), la creciente facilidad para acceder a la información y las nuevas formas de consumo cultural (en smartphones, inmediata, superficial), además de cambios culturales más complejos, han provocado un cambio de paradigma en la música popular en Europa. La influencia del hip hop y el auge de lo latino es evidente. Pero hay más; decenas de géneros periféricos (en África, Asia o América del Sur) están perdiendo su condición local y convergiendo en un nuevo pop mainstream.
Se trata de una tendencia global contrastada, de una superestructura que tú mismo puedes percibir cuando le das al play de “Radar de Novedades” en Spotify. Es en este contexto donde la mayoría de festivales (hubieran apoyado tradicionalmente esos géneros o no), se han dado cuenta de que no pueden seguir haciendo lo mismo de siempre.
Cada festival se adapta a este nuevo escenario a su manera, a partir de su cultura y de su propia experiencia. Por ejemplo, este 2019 hemos visto a Primavera Sound proyectarse como un festival renovado, más orientado hacia la nueva música pop y urbana (aunque en realidad la mayoría del lineup seguía dominado por el pop y el rock de corte tradicional). Primavera Sound ha contado una historia (continente) que le ha permitido conectar con la tendencia global sin sacrificar la esencia tradicional del cartel (contenido). Una estrategia de transición acertada, a juzgar por la asistencia de su reciente edición.

Pero el caso de Sónar es distinto porque no hay ninguna transición que hacer. De hecho resultaría absurdo que el festival se pusiera a contar ese mismo relato, más que nada porque no hace falta: su compromiso con las escenas urbanas siempre ha sido parte de su identidad.
Estrategias de comunicación al margen, Sónar 2019 se sintió como la culminación de muchos años trabajando en esta dirección. Hip hop, dancehall, afrobeats, boom bap, trap, reggaetón… es innegable que la identidad de Sónar se ajusta como un guante al nuevo paradigma. Nada queda forzado, ni siquiera los imponentes headliners de Sónar de Noche.
Para esta ocasión, en TIUmag hemos decidido centrar la crónica de Sónar 2019 en su eje urbano. Sabemos que un atributo básico del festival es su variedad y que con esta crónica el lector no obtendrá una fotografía panorámica de lo que allí aconteció. Pero pensamos que, dadas las circunstancias, es especialmente interesante acotar de este modo.
Enry-K
Viernes 19 de julio, 21:30 – SonarClub
Celebrábamos que a Enry-K le dieron el SonarClub (el mayor escenario de Sónar de Noche), sí, pero su show empezaba a las nueve y media. Se trata de una hora siempre algo floja en Gran Vía 2 porque la mayoría del público aún sigue Sonar de Día o está aprovechando el interludio para cenar y cargar las pilas.
En tan apabullante espacio, el principio del set de Enry-K dió una sensación un tanto desangelada (aunque más tarde fue desapareciendo). Desde luego, no fue su culpa. A pesar de ser conocido por sus beats para cantantes como Yung Beef, Cecilio G o Lil Moss, el miembro de la Damed Squad demostró en su slot que su abanico es mucho más amplio: sabiendo que no valía la pena traer música agresiva e intensa a tan pronta hora, se dedicó a hacer un set puramente de warm-up centrado en el funk/electro/hip-hop propio de artistas como Kaytranada o Kamaiyah. El set fue un aval de su versatilidad y de su habilidad a los platos. Sin duda se merece una hora mejor en alguna edición futura de Sónar.