Existían muchos ejemplos de grandes resultados y compenetración perfecta antes de la aparición del monstruo Madvillain, pero nunca antes se había hablado de un ensamblaje perfecto, al 100%, creando así una entidad en sí misma que conservara propiedades de ambos sin verse desproporcionada o desequilibrada en algún punto. Ya no era cuestión de entenderse, de comprender las necesidades mutuamente, Madlib y MF Doom fueron un solo ente.
“A seminal connection that audiences can relate their experience in life with the villains and their dastardly doings”, dice el sample inicial de “Madvillainy”, refiriéndose claramente al concepto que pretende englobar la obra: una ilustración mental por viñetas en la que diferentes villanos, personalidades y roles se van relacionando y conectando en un circuito blindado, indescifrable y que, a su vez, es capaz de crear una fuerte empatía con el espectador.
El oyente, no solo se ve seducido por las rimas enigmáticas y significados ocultos de DOOM, Metalface, Zev Love X o Viktor Vaughn, está atraído también por la forma en que se cuenta y se decora ese libro animado: latido intenso y descargas breves, bases y rimas enlazadas con coherencia, un enfoque tan directo como enrevesado.
Y lo más importante: hoy no podemos imaginar ni instrumentales mejores para la condenada, angulosa lírica de DOOM, ni mejores palabras para rellenar los espacios que Madlib ha dejado ahí de manera inexplicable y genial.
La reunión inmejorable de ambos mundos, puesta en escena en el momento perfecto. Otis Jackson Jr., nativo de Oakland en California y uno de los miembros fundadores tanto de Stones Throw como del trío Lootpack, ya era considerado a principios del 2000 como uno de los productores más astutos y personales de su generación.
Obsesivo, compulsivo, psicotrópico y excéntrico tanto en sus tratamientos como en sus elecciones, todavía no había lidiado por aquel entonces con un trabajo que evaluara realmente su potencial como productor de cara a un público masivo.
Sí, ya había dejado rastros de brillantez con la instrumentación clásica para Kazi o la loca presentación de su alter-ego Lord Quas, pero faltaba un empujón que le definiera por completo a nivel de estilo y le acercara a un reconocimiento universal. Digamos que aún no se había topado con su complementario, con una pieza de igual naturaleza que congeniara con él sin fisuras, tanto ideológica como estilísticamente.
En 2002, concretamente en noviembre, Madlib se encontraba por diversos asuntos artísticos en el Sur de Brasil, junto al mánager general de la marca californiana y amigo Egon.
Para el viaje, empaquetó dos CDs de instrumentales inéditos que estaban destinados a ser utilizados en una próxima colaboración con el beatmaker y MC de Detroit J Dilla y en una futura colaboración con el por aquel entonces residente en Brooklyn Daniel Dumile Thompson (otros serían confeccionados en pleno periplo, con un tocadiscos portátil y un SP 303), que ya se estaba gestando.
Él quería trabajar con DOOM a toda costa, y según comenta la propia Stones Throw: “We found the guy, brought him out to the house in the east Los Angeles hills where Stones Throw was based at the time. Most of the tracks were written and recorded there, Madlib making beats in a former bomb shelter downstairs, Doom writing on the back porch and recording in a bedroom”. “Allí” no era otro sitio que el estudio de Madlib, el Bomb Shelter.