“Ecstatic Computation” (el nuevo disco de Caterina Barbieri) se publicaba ese mismo día, y naturalmente el show consistió en un repaso de todos los tracks. A destacar “Fantas”, que ya formó parte de nuestra sección Highlights del pasado marzo y que es una de las composiciones ambient basadas en sintetizadores más intensas que hemos escuchado este año.

Uno de los factores que hacen del L.E.V. un festival de prestigio es su constante requerimiento de profundidad al público. Como el lector de esta misma crónica, que ha invertido cierto tiempo y energía en llegar hasta estas líneas y, de algún modo, se siente recompensado al obtener información de interés. Lo mismo sucede en el L.E.V. Festival. La mayoría de shows hay que verlos enteros, sentado y sin posibilidad de hablar, bailar o socializar. Ni siquiera puedes entrar bebida en el Teatro. El objetivo es la atención plena, el estado mental óptimo para comprender lo que nos quiere decir el artista. El esfuerzo y la consiguiente recompensa.
El último show de la tarde se titulaba “ex(O)” y venía firmado por el francés Alex Augier y la catalana Alba G. Corral en los visuales. La estructura cilíndrica del escenario central permitía esta vez proyectar los visuales alrededor de los artistas, generando una suerte de película envolvente. El show estaba inspirado en el mundo biológico y el resultado fue una pieza viva y evolutiva en la que convivieron sonido, imagen, espacio y tiempo. Todo dentro de la estructura cilíndrica central. La sonoridad escogida para este show fue la IDM de acabado sintético, matiz que provocó un intencionado contraste con el concepto orgánico (biológico) del apartado visual.

Ya entrada la noche nos dirigimos de nuevo al escenario Nave, donde nos esperaban seis shows de carácter más físico que los anteriores. Abrió la noche Klara Lewis y su propuesta de IDM minimalista y detallista que podemos encontrar en sus releases para Editions Mego. Es de agradecer que sea una propuesta de tanta calidad la que recibe al público durante los primeros minutos de la sección nocturna del L.E.V.

El show de Robin Fox (también habitual en Editions Mego, uno de los sellos con más presencia en el festival como hemos podido ir comprobando), estuvo centrado en explorar la conexión entre el láser y el sonido, a partir de las propiedades técnicas de cada elemento. Robin fue in crescendo y consiguió crear una atmósfera única con muy pocos elementos. Musicalmente no era muy distinto a la propuesta que Klara Lewis había ofrecido unos minutos antes, pero el método y su relación con el láser marcaban la diferencia.

Debo reconocer que antes de presenciar el directo de Gazelle Twin, y atendiendo a las canciones que había podido escuchar, no estaba seguro de que su slot (las dos de la mañana) fuera el más indicado. Pero me equivocaba. La misteriosa artista multidisciplinar no tardó en hacer suyo el escenario y dejarse llevar por sus propias e inclasificables producciones que tanto le deben al noise como al pop contemporáneo. Es una buena idea incluir artistas cercanos al pop en el ecuador de la noche. Es una forma efectiva de romper la linealidad y refrescar el ambiente. Gazelle Twin, además, lo hizo a lo grande, con la seguridad y la decisión de una super-estrella pop de estadio.

El joven Iglooghost (que recientemente entrevistamos aquí) tenía todos los números para encajar perfectamente en ese slot decisivo que es el de las tres de la mañana, y así fue. Con unos visuales que emulaban la estética de un sistema operativo para laptop, uno tenía la sensación de que el joven británico se hallaba dentro de un MacBook Air inmenso abierto, y que estaba actuando desde encima del teclado. La originalidad y —sobre todo— la excelente ejecución de este concepto no hizo más que mejorar un directo musicalmente impecable, un collage único de géneros de ayer y de hoy regado con una generosa dosis de breaks acelerados. El público no sabía que necesitaba esto hasta que lo escuchó.